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Coprofagia

por Eugenio Sejó

William S. Burroughs


Naked Lunch, la novela más emblemática de William S. Burroughs, trata, según él mismo confiesa en su "Deposition: Testimony Concerning a Sickness", de su junk adiction, de su dependencia a opiáceos y derivados sintéticos: un problema de salud por lo demás vigente —sobre todo— en Estados Unidos, cuyas consecuencias indirectas paga México con una enorme ofrenda de sangre: un tributo al imperio que nos rige.


A diferencia de la marihuana o de algunos alucinógenos que pueden ser considerados mágicos y sagrados —afirma Burroughs—, the junk es únicamente un producto más en el engranaje capitalista cuya función exclusiva es generar ventas y crear en los consumidores una dependencia total. No hay revelaciones ni significados: sólo hay necesidad y consumo. Y abyección.


Naked Lunch es a un tiempo el testimonio de una terrible enfermedad —el recorrido disperso por las galerías de la nada— y una denuncia contra la pena de muerte, el consumo como rector de la vida y otros rasgos culturales que definen a la sociedad estadounidense (y a Occidente en general). Porque la morfina —al igual que la vida en la sociedad moderna— es un excelente anaglésico que, paradójicamente, acaba por crear una adicción más placentera y acaso más terrible que la euforia que intensifica y que los dolores que atempera.


Como es natural, el libro fue censurado por obsceno. Su título fue sugerido por Jack Kerouac. Y es magistral: alude simplemente a la porción de comida que estamos por meternos a la boca. La realidad es horrible, asquerosa. Detrás de cada meme, de cada película pornográfica, de cada centro comercial y de cada alimento, hay un montón de mierda y sangre. Vivir en los siglos XX y XXI es como ser un opiómano discreto. Burroughs nos obliga a ver satíricamente el entrecortado itinerario de un drogadicto y la coprofagia que es comer el pan de cada día.

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