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El Auditorio Che Guevara: un vistazo histórico a casi 20 años de su ocupación



Hace un año, cuando formé parte del Seminario de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente de la Facultad de Filosofía y Letras, comencé una investigación sobre uno de los problemas políticos más complejos de mi escuela: la disputa por el auditorio Che Guevara. El tema, sumamente polémico y rodeado de mitos, para mi sorpresa, estaba lleno de lagunas históricas y procesos poco investigados a pesar de la fama del auditorio y de la mediatización de la que ha sido sujeto en varias ocasiones.

En este artículo, mi intención es invitar a los lectores a voltear a ver al pasado del auditorio para encontrar en el curso de su historia política algunas respuestas a su condición como conflicto del presente. Para encaminar tal propósito, haré un breve resumen de la historia del auditorio con base en mi investigación y compartiré cinco conclusiones concretas de carácter político-histórico a las que llegué. Debo aclarar antes que el resumen de esta investigación no contempló la mayor parte de los testimonios orales que fueron utilizados en la investigación original por respeto a la confianza que me brindaron los entrevistados. Sin embargo, el fragmento que comparto está sustentado en fuentes hemerográficas y en la investigación de Javier Yankelévich.


Historia de una disputa

El vistazo que tenemos que dar para comprender el conflicto político del auditorio Justo Sierra puede empezar en los históricos conciertos de la Filarmónica de la UNAM, en la famosa conferencia de Cortázar o en los gloriosos años de activismo del 68. Sin embargo, comenzaré está narración con un evento más agitado y más reciente: la huelga del 99. La selección de este evento no es arbitraria, ya que luego de realizar una investigación hemerográfica y un estado de la cuestión poco fructífero, llegué a la conclusión de que sabemos mucho más de la historia del auditorio del 99 hacia atrás que del 99 a nuestros días. Además, creo que para los fines de este artículo, no vale la pena ensalzar la versión del pasado dorado del auditorio que a la prensa le encanta reivindicar.

Pues bien: ubiquémonos en el último año de los 90, en el mes de abril. La huelga ha estallado en la UNAM. El CGH y otros grupos de estudiantes y profesores han paralizado la Universidad Nacional en busca de la derogación del Reglamento General de Pagos, de la recuperación del pase automático y de otras cinco peticiones. El auditorio Justo Sierra, apodado por los estudiantes Che Guevara, es tomado por los estudiantes como centro general de operaciones organizativas y asamblearias.

Desde aquel 20 de abril del 99, los meses transcurren y la huelga no se levanta. Por el contrario, el conflicto se agudiza. Los medios de comunicación atacan a los estudiantes en huelga, los partidos políticos se entrometen, la iglesia rinde declaraciones, el EZLN se pronuncia. El clímax llega en febrero del 2000: la PFP ingresa a Ciudad Universitaria, y con órdenes de aprehensión y no poca violencia, desocupa el auditorio Che Guevara, arrestando a varios líderes de la huelga.

Poco tiempo después, la huelga se levanta. Las inconformidades no cesan pero paulatinamente estudiantes y profesores regresan a las aulas, los líderes detenidos van siendo liberados y las facciones más radicales del CGH van perdiendo fuerza entre las bases estudiantiles. La huelga acabó, pero no ganó: a pesar de que la protesta consiguió garantizar la gratuidad de la UNAM, el resto de las peticiones no fueron negociadas. Para algunos sectores, en especial para la rama que quedaba del CGH apodada ultras, el fin de la huelga no había sido más que una victoria pírrica.

Una vez que el auditorio Che Guevara fue desalojado las autoridades de la UNAM decidieron emprender una remodelación del recinto, lo que mantuvo al espacio cerrado por al menos seis meses. Podemos atribuirle esta decisión a la necesidad de mantenimiento del espacio, o bien, a una estrategia autoritaria que trató de impedir la organización estudiantil por medio del cierre de uno de los principales puntos de reunión. Cual sea el caso, esta decisión fue relevante porque el cierre del Che Guevara se convirtió en uno de los principales objetivos de protesta de los ya mencionados ultras, quienes a estas alturas ya eran famosos por sus manifestaciones violentas.

Los ultras comenzaron a utilizar la reapertura del auditorio como una bandera simbólica y encauzaron algunas de sus protestas a la irrupción intermitente en el espacio cerrado. Esta última medida generó que las autoridades decidieran cerrar definitivamente el recinto soldando las puertas y abarrotando las ventanas. La respuesta por parte de los ultras no se hizo esperar, y el 4 de septiembre del 2000 decidieron ocupar el auditorio de forma definitiva para evitar su desalojo.

Se tiene registro de que al reabrir el espacio en septiembre del 2000, al menos 1000 estudiantes entraron al recinto con velas, celebrando la retoma del auditorio con un concierto del grupo La Resistencia, gritando consignas y aclamando la vuelta a la huelga, a las asambleas y a la reunificación del movimiento. El Che Guevara era la última esperanza para revivir una huelga fallida. El 4 de septiembre del 2000 marcó el inicio de una ocupación que cumple diecinueve años este 2019.

Los años que sucedieron al 2000 son confusos. Se sabe que entre el 2001 y el 2002 algunos de los grupos que ocuparon el auditorio fueron los colectivos Brigada Verde, Coatlicue y los restos del grupo de los ultras del CGH. También se tiene registrado en el Comunicado de la Coordinadora Anticapitalista del Auditorio Che Guevara que que durante el 2001 se generó una disputa interna entre los grupos que veían en el auditorio un medio para fines políticos y entre los grupos que sólo buscaban alcohol, drogas y robo. Un año después, comenzaron a haber cuestionamientos a algunas corrientes del CGH que impedían la participación estudiantil. A raíz de que los ocupantes con intereses políticos perdieron el control del espacio ante “gente que no tenía mayor interés más que drogarse y pernoctar en el auditorio”, pretendieron devolverlo al movimiento estudiantil. Al final, según su versión, luego de varios enfrentamientos violentos con ayuda de estudiantes y de punks anarquistas lograron expulsar a aquellos que no veían en el auditorio un fin político serio.

Ya en el 2003, los colectivos del auditorio comienzan a reivindicar su ocupación como parte del movimiento okupa, un movimiento de origen europeo que busca apropiarse de espacios abandonados para convertirlos en recintos colectivos de vivienda y de cultura que protestan contra la propiedad privada. Este evento es de gran relevancia si tomamos en cuenta que la ocupación en un inicio se legitimó a través de la huelga del 99 y en este punto agregó otro motivo a la ocupación: la falta de espacios políticos, públicos y de vivienda.

Daré un salto significativo en e tiempo hasta el 2013, año que sería testigo de un reacomodo total en los colectivos que conformaban el auditorio. Sin tener un registro cronológico exacto de su entrada o salida, hasta 2013 el auditorio fue ocupado por colectivos como Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella de la Facultad de Ciencias Políticas, el Frente Popular Francisco Villa Independiente, el Comité Cerezo, la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México y el Comité de Familias de Detenidos Desaparecidos “Hasta encontrarlos”, mismos que salieron en el año señalado. Luego de su expulsión y del conflicto suscitado en 2013, los colectivos que permanecieron en el auditorio (al menos hasta el 2016) son los grupos Brigada Negra, el Colectivo Veneno Negro, el Espacio Anarcofeminista Ni Ama ni Esclava y la Biblioteca Móvil Anarquista Acción y Cultura, todos ellos de reivindicación anarquista.

Un año después, en 2014, se agrega otra historia obscura al auditorio: La madrugada del 3 de marzo, un grupo de 40 encapuchados armados con toletes, petardos, postas para pistolas de caza, lacrimógenos, y rociadores contra incendios, irrumpieron en el Justo Sierra, desalojando y golpeando a seis jóvenes que hacían guardia nocturna en el recinto, dejándolos heridos.

A la mañana siguiente las clases en la Facultad de Filosofía y Letras se desarrollaron de manera normal, hasta que llegó la noticia de un grupo de encapuchados que aún estaba en el auditorio. En palabras de un testimonio anónimo de la Facultad de Filosofía y Letras, los encapuchados, que entablaron conversación con los curiosos que se asomaban: “decían que ellos la noche anterior habían desocupado el espacio y no pretendían quedarse en él y que ellos iban a defender el espacio hasta que hubiera una asamblea estudiantil general de Filos que lo recuperara, que ellos sólo habían hecho el paro de sacar a los ocupas”.

Al poco tiempo comenzaron a llegar los ocupantes agredidos y algunos de sus simpatizantes, quienes se enfrentaron con los encapuchados de forma violenta. Estos últimos salieron corriendo por el espacio que se conoce como La Galería, ubicado frente al estacionamiento de Filosofía y Letras. Un grupo de estudiantes decidió encarar a los encapuchados que huían y lograron capturar a uno de ellos. Posteriormente decidieron interrogarlo en una asamblea adentro del auditorio.

El sujeto se identificó como David Moreno Palacios. Dijo estudiar en la Normal de Tenería. El interrogado expresó que se les citó una madrugada en la explanada de su escuela, donde tomaron un camión que los llevó a las inmediaciones de Ciudad Universitaria, que los recibió con al menos ocho personas que les dieron instrucciones de sacar del auditorio Justo Sierra a un grupo de ocupantes “eran unos vándalos”.

Los graves acontecimientos suscitaron el rechazo –como siempre, enérgico– de las autoridades y un intento de organización por parte de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, que tras varios intentos fallidos de negociación con los ocupantes, tuvieron que trasladar las asambleas a su facultad, en donde la efervescencia de la organización se fue desvaneciendo poco a poco, sin llegar nuevamente a ninguna negociación.

Mi investigación culmina en el año 2016, luego de la detención por presunto narcomenudeo de Jorge Emilio Esquivel Muñoz, apodado El Yorch, ocupante del auditorio Che Guevara. El arresto de El Yorch desató en Ciudad Universitaria una protesta por parte de los llamados okupas, que tuvo como resultado enfrentamientos violentos, barricadas y pintas en la parte del campus universitario que estaba cerca de el auditorio.

Como consecuencia de dicho incidente, la Facultad de Derecho resultó afectada. Esto generó una iniciativa por parte de algunos estudiantes de Derecho, quienes por medio de redes sociales y de la página de Facebook Orgullo UNAM, comenzaron una campaña que buscaba la desocupación del auditorio Justo Sierra.

A la página de Orgullo UNAM se le fueron sumando otros movimientos creados en redes sociales y poco a poco consiguieron suficiente apoyo para convocar a un mitin. El mitin se realizó el 6 de abril del 2016 en la explanada de rectoría y asistió gente de muchos planteles de la UNAM. Este movimiento de desocupación del auditorio fue, quizá, uno de los más mediatizados, pero fue interrumpido por otro grupo de estudiantes que estaba en contra de los medios por los que se estaba encaminando la desocupación.

Éste fue el último intento que hubo a gran escala por desocupar el auditorio. Después de este evento, el tema no ha dejado de mencionarse entre los universitarios y entre las autoridades universitarias, pero no ha vuelto a surgir un movimiento de tales dimensiones.



Conclusiones

Con base en la investigación que realicé, las respuestas que se pueden ofrecer a las estrategias políticas del presente que busca la desocupación del auditorio son las siguientes:


1.-Si se busca desocupar el auditorio Che Guevara hay que tomar en cuenta que la enorme carga simbólica que posee el recinto ha excluido fácticamente a las autoridades del control total del espacio desde antes de la huelga del 99.

Es decir: desde antes de la ocupación definitiva del auditorio en el 2000, varias luchas estudiantiles del pasado evidenciaron que el Justo Sierra era un espacio que podía ser utilizado por los estudiantes en el momento en el que ellos se lo propusieran. Durante el 68, el 87 y el 96, las huelgas y las asambleas estudiantiles se apropiaron totalmente del recinto como centro de operaciones, acciones contra las que las autoridades nunca pudieron lidiar. La disputa comenzó desde hace tiempo (cuando menos entre estudiantes y autoridades).

2.-Es necesario entender que todos los grupos en disputa son heterogéneos.

Una de las conclusiones más importantes que arrojó esta investigación fue que ni los grupos internos del auditorio constituyen un bloque monolítico que esté detrás de los mismos intereses, ni los estudiantes conforman aún una verdadera comunidad que pueda organizarse con un objetivo común. Los ocupantes del auditorio forman parte de distintos colectivos, se reparten el espacio en distintas secciones y tienen a veces líneas políticas y propósitos tan distintos que han tenido que enfrentarse entre sí en más de una ocasión. El caso de los estudiantes no es para nada distinto: su disputa se genera principalmente en el CÓMO DESOCUPAR EL AUDITORIO. En ese punto, las posturas estudiantiles son tan diversas que ha sido imposible llegar a un acuerdo en los últimos años.

3.-La ocupación del auditorio no sólo responde a causas políticas, sino también a causas comerciales y de falta de espacio.

Los fines de mi investigación y el poco tiempo del que dispuse para hacerla no me permitió entrar en pormenores de índole económica y social, pero definitivamente hay mucho que investigar en torno a los intereses comerciales que tienen los ocupantes y las propias autoridades de la UNAM (pues no es ningún secreto que los okupas obtienen un beneficio directo de los comercios que tienen instalados en el pasillo principal de la Biblioteca Central). Igualmente, hay muchas posibles respuestas detrás de la falta de espacios de vivienda, espacios políticos y espacios culturales que tiene el país, los cuales suelen encontrar refugio en sitios como el auditorio Che Guevara.

4.-El uso de la fuerza pública para la desocupación no es una opción viable.

Más allá de las convicciones políticas que tengamos, el antecedente de la huelga del 99 no sólo es un evento histórico, sino que es un trauma en la historia de la UNAM. La entrada de la PFP a Ciudad Universitaria en febrero del 2000 no sólo expuso la seguridad de los estudiantes politizados, sino que además puso en peligro la autonomía de la UNAM. Un sector importante de la población universitaria no permitirá jamás que una intervención así pueda repetirse.

5.-El auditorio no puede ser desocupado sin organización estudiantil.

Mientras no haya una iniciativa estudiantil que busque el análisis serio de las causas de la ocupación, que proponga soluciones que logren conciliar los diferentes puntos de vista y que elabore de manera concreta un plan que establezca cómo desocupar el auditorio y qué hacer con él después, el auditorio seguirá en disputa.

Los ocupantes del auditorio han encontrado la forma de eludir a las autoridades universitarias y de enfrentarse violentamente con la policía, pero jamás han encarado a una comunidad estudiantil numerosa, organizada y firme. Por el contrario, su ocupación se ha beneficiado de las divisiones internas de los alumnos.


La ocupación del auditorio Che Guevara está por cumplir 20 años. Los ocupantes siguen diciéndose herederos de una lucha estudiantil cuyos propósitos quedaron dispersos en el aire desde hace años. Las autoridades de la UNAM, acaso por cobardes, acaso por limitadas o acaso porque les conviene, mantiene una posición casi inofensiva frente a ellos. Los estudiantes recuerdan la existencia del conflicto cada que el auditorio evidencia su presencia o cada que una tragedia arrasa con la UNAM. La disputa es demasiado compleja, pero tarde o temprano alguno de estos actores políticos tendrá que dar el primer paso para terminar con ella de manera definitiva.

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