top of page
Buscar

Seis puntos sobre el conflicto de la Facultad de Filosofía y Letras

Por Cecilia Mendoza Ventura

Foto tomada de: https://www.reporteindigo.com/wp-content/uploads/2020/01/facultad-filosofia-y-letras-unam-660x440.jpg



El 14 de abril del 2020 concluyó la toma de la Facultad de Filosofía y Letras. Empero, el conflicto no llegó a un acuerdo oficial y tanto las negociaciones como los análisis de la situación política siguen estancados. Este artículo busca ofrecer seis puntos desde la crítica sobre el proceso de la toma de Filosofía con el fin de fomentar otro tipo de debate y señalar algunos hechos que han sido omitidos, tanto por la dirección de la mencionada escuela como por las manifestantes que sostuvieron el paro, además de la prensa y otras autoridades de la UNAM.

1.- Las autoridades sí ignoraron el problema de violencia de género en la UNAM

Desde que comenzó la toma de la Facultad de Filosofía y Letras —el 4 de noviembre del 2019, para ser precisos—, las Mujeres Organizadas de Filosofía y Letras, autoras de la toma, lanzaron un pliego petitorio con dos demandas sencillas, argumentando en síntesis que la protesta respondía a los repetidos abusos y omisiones de las autoridades en materia de género, como, por ejemplo, la eliminación de un mural creado por las estudiantes y la incompetencia de la Unidad de Atención a Víctimas de Violencia de Género, desde el momento de atender las denuncias hasta el punto de ofrecer información en las pláticas dirigidas a los estudiantes de primer ingreso.[1]

Sin embargo, la respuesta de las autoridades de la Facultad fue poco sensible al llamado de las estudiantes. El director Jorge Enrique Linares Salgado y su equipo, en su defensa, arguyeron que han atendido todas las denuncias formales por violencia de género. Inmediatamente salieron a relucir las voces de decenas de alumnas que contradecían la afirmación de la dirección, narrando desde su propia experiencia procesos de revictimización, penalizaciones poco serias por agresiones graves y la falta de protección a las denunciantes dentro de la Facultad.

Lo anterior no es nuevo. A pesar de que la UNAM ha desplegado un aparto de organismos y protocolos para resolver la problemática de género, no se han detenido los casos de acoso sexual, violencia misógina ni feminicidio —recordemos el caso de Lesvy Osorio— desde que el problema se puso sobre la mesa . Los testimonios de mujeres que han sido agredidas por su género dentro de la UNAM rebasan el número de denuncias formales, probando que el problema es profundo y generalizado. Resultado de esta violencia sin control fueron los otros paros feministas que empezaron a surgir en la UNAM, siendo los más duraderos el de Prepa 9, el de la Facultad de Psicología y el de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. El hartazgo de muchas estudiantes no alcanzó a comunicarle nada al rector, Enrique Graue Wiechers, que no paró de declarar que la UNAM ha estado íntimamente comprometida con la erradicación de la violencia de género. Hasta el 2019, la UNAM acumuló hasta 921 denuncias formales por violencia de género [2] y se inició un proceso y una investigación en el 80% de los casos. Aunque éstos se han estado atendiendo oficialmente, varias declaraciones apuntan a que no lo han estado haciendo satisfactoriamente: en 2018 una trabajadora sindicalizada de la UNAM dio pruebas suficientes contra uno de sus compañeros por “comentarios obscenos, contactos físicos indeseados, violencia verbal y física[…]”. Pese a que la UNAM primero determinó que había que despedir al agresor de la trabajadora, la institución decidió al final suspenderlo por una semana.[3] Como éste, muchos casos más se difunden por redes sociales y en la prensa, dejando claro que las medidas ofrecidas hasta ahora han resultado insuficientes.


2.- El paro feminista no es nuevo en Filosofía y Letras

En la Facultad de Filosofía y Letras los paros suelen ser un medio común de protesta. A diferencia de otras escuelas de la UNAM, las autoridades de Filosofía son particularmente tolerantes con la suspensión de clases, independientemente de la causa y del número de estudiantes que respalden la decisión, y aunque siempre buscan manifestar su desacuerdo con dicho método y tratan de persuadir a la comunidad de optar por otros medios, no ponen una resistencia que verdaderamente obstaculice la interrupción de actividades, a diferencia de facultades como la de Derecho, que en el intento de paro del 4 de febrero del 2020 llegó hasta el enfrentamiento físico con tal de evitar que la escuela fuera cerrada.

Así, pues, la comunidad de Filosofía se enfrenta constantemente a paros inesperados, que cuando llegan a durar mucho —hasta este momento rara vez se había llegado a un paro que durara más de un mes— modifican el calendario escolar y las dinámicas dentro de las clases y de la administración. La costumbre de los paros ha llegado al grado de que muchos profesores estructuran sus programas de estudio previendo paros, tomas u otros inconvenientes de naturaleza política.

En los últimos tres años hubo dos paros que duraron al menos tres semanas: el paro organizado tras el sismo del 19 de septiembre del 2017 y el del ataque porril del 3 de septiembre del 2018, los cuales respondieron a una cadena de manifestaciones dentro de la UNAM, de las cuales, cabe destacar, las de Filosofía fueron las más duraderas. Simultáneamente la Facultad cuenta con días de paro institucionalizados de facto, como el que se lleva a cabo cada 2 de octubre, y ha atestiguado otros como el del 3 de septiembre del 2019, en conmemoración al ataque porril antes mencionado. Dentro de estas acciones los paros feministas no han sido la excepción y no son nuevos en Filosofía y Letras: existe el antecedente de los paros del 15 de marzo del 2018 [4] y del 8 de marzo del 2019 [5]. La novedad de la última toma estriba en su atípica duración y en el logro del cumplimiento de la mayor parte de las demandas, además de la presencia de un actor político que antes no parecía tener la misma fuerza y presencia que tiene ahora: las feministas.


3.- La toma se realizó con muy pocas personas, a puerta cerrada y sin consultas

Para bien o para mal, es un hecho que la toma de la Facultad de Filosofía y Letras se llevó a cabo por pocas personas. Además, en su naturaleza de toma, se le cerró la puerta al alumnado, a los profesores y a los trabajadores y a la posibilidad de realizar asambleas u otras formas de discusión, limitando así la comunicación con la comunidad a las redes sociales. Lo anterior rompe con una tradición del movimiento estudiantil, que, aunque desorganizada, repetitiva y fallida en la mayoría de las ocasiones, procuraba rendirle cuentas al estudiantado al volverlo partícipe de la toma de decisiones y de la organización interna del paro. En contraste, si algo han dejado claro las Mujeres Organizadas de Filosofía y Letras es que ellas no buscan rendirle cuentas a nadie más que a las mujeres que forman parte de su red de apoyo, pues están convencidas de que su causa es justa y de que los detractores no son alguien con quienes estén dispuestas a dialogar —o que ni siquiera deberían formar parte del diálogo—. Lo anterior puede explicar la confusión generalizada de la comunidad con respecto a la situación de la Facultad y las negociaciones durante los largos periodos en los que ni las autoridades ni las manifestantes sacaban comunicados por redes sociales. Asimismo, la ya de por sí escasa participación presencial de los estudiantes en asuntos políticos se redujo a convertirlos en simples espectadores de un conflicto polarizado por dos bandos, donde la única huella que queda de su opinión son las reacciones y los comentarios de Facebook y Twitter. Vale la pena preguntarse qué tipo de consecuencias traerá este desplazamiento del estudiantado de ciertas actividades políticas y esta dinámica de política digital.

Además, el hecho de que esta toma haya funcionado como se describe puede ser una de las razones por las que ésta resultó ser tan fuerte y duradera: al tratarse de una red muy cohesionada conformada por muy pocas integrantes, la organización fue más eficiente y menos costosa para las participantes.

4.-Ninguna de las dos partes ha cooperado óptimamente en la negociación

Durante los meses de incertidumbre en los que el paro se prolongaba indefinidamente, ambos bandos —es decir, tanto las autoridades como las feministas— se culparon mutuamente de no mostrar disposición para las negociaciones. En este punto se le puede otorgar la razón a ambas partes: como se expuso desde el primer apartado, las autoridades se mostraron poco sensibles con la problemática de género desde el principio, pero, además, a pesar de que la negativa de las Mujeres Organizadas era evidente, los funcionarios de Filosofía pasaron periodos largos sin insistir ni ofrecer otras alternativas de negociación. No fue sino hasta finales de enero, cuando un nuevo semestre de la UNAM estaba por empezar y el semestre anterior —en el que había empezado el paro— aún no recibía evaluaciones, que los directivos pusieron manos a la obra para tratar de acelerar las negociaciones, perjudicando a profesores y estudiantes que se vieron en la necesidad de terminar el semestre en dos semanas atropelladas, después de prácticamente dos meses de no haber pisado un salón de clases.

No obstante, el grupo feminista que sostuvo la toma tampoco mostró plena disposición para negociar. Para empezar, su política de trato con las autoridades, desde el primer comunicado, ha sido la del todo o nada, entrañable y radical desde cierto punto de vista, pero también inconveniente si se toma en cuenta que de sus dos demandas iniciales, el pliego petitorio ha evolucionado a un complejo entramado de once puntos, que, lejos de ser claros, incluyen una serie de matices, aclaraciones, condiciones y límites de cumplimiento que parecieran nunca satisfacerse. La dirección, ya sea de buena o mala gana, ha cumplido algunas de estas demandas, como la conformación de la Comisión Tripartita, la revisión de casos con soluciones insatisfactorias y la introducción de perspectiva de género en los planes de estudio, pero a pesar de ello las Mujeres Organizadas parecen estar igual de inconformes que en el punto inicial. Lo anterior sigue siendo preocupante, ya que el fin de la toma feminista no se dio por una negociación con los directivos, sino por una medida de salud que ellas tomaron ante la epidemia de COVID-19 que azota al país. Es decir: el problema no está cerrado y nunca hubo un acuerdo de ambas partes. Esto le abre la puerta a futuras confrontaciones, que ya empezaron a anunciarse luego de que las Mujeres Organizadas anunciaran la toma permanente de un salón al interior de la Facultad y de que la dirección comunicara que levantará actas por los daños causados al espacio y mobiliario de la escuela.

5.-Algunas demandas de las Mujeres Organizadas no pueden ser resueltas por las autoridades del plantel

Del actual pliego petitorio, que consta de once puntos, al menos dos demandas no están dentro de la competencia de las autoridades de Filosofía. A pesar de ello, una de estas demandas sí fue atendida: la modificación de los artículos 95, 98 y 99 del Estatuto General de la UNAM. Dicha demanda fue resuelta parcialmente, pues sólo se modificaron los artículos 95 y 99 del Estatuto con una descripción ambigua que definía a la violencia de género como una falta grave y sin sanciones claras para los agresores. El proceso legislativo interno dejó de manifiesto que, aunque se podía obligar a Jorge Enrique Linares Salgado a presionar a las entidades de mayor rango para satisfacer esta demanda, modificar estatutos no estaba dentro de sus facultades. Tuvo que haber una serie de movilizaciones feministas dentro de la UNAM que se solidarizaron con las demandas de las Mujeres Organizadas de Filosofía y Letras para que el Consejo Universitario sesionara en torno al tema.

Por otro lado, una demanda que hasta la fecha sigue vigente es la destitución del profesor Ricardo Alberto García Arteaga, bajo el argumento de que tiene denuncias informales por parte de estudiantes del Colegio de Literatura Dramática y Teatro. El director de la Facultad ha explicado que él no puede proceder contra el profesor como las manifestantes lo desean mientras no se presente una denuncia formal, y lo cierto es que aunque el director Linares quisiera, la destitución de un profesor por casos de violencia de género no le compete ni siquiera al Consejo Técnico de Filosofía y Letras. La Legislación Universitaria y Laboral les impide a ambos sancionar sin el debido proceso a un profesor, y, más aún, destituirlo, pues los derechos laborales y sindicales —que existen para tratar de evitar injusticias y arbitrariedades contra los trabajadores— darían argumentos de sobra para que la Universidad fuera demandada por el trabajador en cuestión.

Pese a todos los límites técnicos, legislativos y administrativos, la segunda demanda sigue siendo una demanda de las Mujeres Organizadas sine qua non el conflicto no puede llegar a una solución final. Si las limitaciones son tan obvias, ¿por qué no pensar en alternativas para solucionar el problema? Cabe destacar que ya se habían demandado acciones similares que sí tuvieron respuesta durante la suspensión de actividades, pues el antiguo secretario general renunció por las demandas de los primeros pliegos y el abogado titular de la Oficina Jurídica de la Facultad fue reubicado de puesto por las mismas causas, ambos sin el debido proceso, pues fue evidente que las decisiones se tomaron con premura ante la presión de la manifestación. Empero, las feministas siguen sin ver su demanda satisfecha porque solicitan que la dirección reconozca que dichas acciones fueron tomadas gracias a ellas, condición que se agregó tras el cumplimiento de la demanda inicial.


6.- La toma de Filosofía y Letras se enmarca dentro de un contexto de crisis en la UNAM

Tras la toma de la Facultad de Filosofía y Letras la mayor parte de las facultades, escuelas y preparatorias de la UNAM empezaron a realizar paros. Al principio estos hechos se leyeron como una organización general en contra de la violencia de género en la UNAM, pero unos días después se reparó en la heterogeneidad de los problemas y demandas a los que cada manifestación respondía, concluyendo así que las efervescencias estudiantiles no estaban coordinadas entre sí y que el escenario era bastante más confuso y complejo de lo que se pensaba.

Muchas tomas tuvieron desenlaces o eventos sumamente violentos, en los que se registraron enfrentamientos entre los paristas y los estudiantes y los padres de familia, incendios y destrozos en las instalaciones. Simultáneamente, Andrés Manuel López Obrador y el propio Enrique Graue Wiechers declaraban públicamente que sospechaban de la participación de grupos de choque al interior de los paros. Ninguna de las dos cosas fue coincidencia: el decaimiento de la UNAM en múltiples niveles está cobrándole cuentas a la institución entera y las distintas fuerzas políticas que operan al interior de la Universidad han estado aprovechando las protestas estudiantiles para llevarse una rebanada del pastel y contribuir a la incertidumbre. Mientras tanto, las autoridades no han hecho nada positivo ni negativo para solucionar el malestar general dentro de la Universidad, a pesar de que cuentan con herramientas de sobra para sofocar movimientos o para realizar cambios profundos en su estructura. Dicha inmovilidad no es gratuita y es necesario problematizarla: ¿quiénes son realmente los actores del conflicto, qué buscan y por qué no hay transparencia sobre la situación política de la Universidad?

Concluyo este artículo haciendo un llamado a la comunidad de la UNAM a incentivar la crítica informada y la iniciativa política para la búsqueda de soluciones, pues si algo caracterizó al conflicto de Filosofía y Letras fue la nula existencia de un análisis serio sobre la toma y la falta de grupos políticos que pudieran hacer contrapeso a los dos principales bandos y fungir como intermediarios.

Esperemos que el conflicto de Filosofía y Letras al menos sirva para resaltar que la crisis multifactorial que atraviesa a la UNAM requiere de soluciones estructurales que sólo se resolverán con proyectos a mediano y largo plazo, que deben incluir a la mayor parte de la comunidad de manera democrática, aspirando a una organización semipermanente que nos permita resolver mejor los problemas en un futuro. Mientras tanto, vayámonos preparando para el impacto que la crisis del COVID-19 provocará en la Universidad.

[1] Comunicado de las MOFFyL a través de su página de Facebook, 4 de noviembre del 2019 https://www.facebook.com/photo?fbid=444098382765526&set=a.154160961759271 [2] https://www.animalpolitico.com/2018/09/violencia-genero-unam-aumento/ [3] https://www.facebook.com/photo?fbid=182042882304412&set=a.154160961759271 [4] https://www.facebook.com/photo?fbid=519239495149806&set=a.278663902540701 [5] https://www.facebook.com/photo?fbid=545191265989570&set=pcb.545191852656178

bottom of page