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El gateo estudiantil

Por Nina Antay





















En un país donde la escolaridad promedio es de 9.2 años[1], la educación superior es un privilegio al que muy pocos pueden acceder. Únicamente el 38.4% de la población en edades para cursarla lo logra. De acuerdo a las encuestas publicadas por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) de 2016, de estos jóvenes, el 2.2% pertenecen al quintil más bajo[2], es decir a la población más pobre, mientras que el 51.9% pertenecen al quintil más alto[3]. De estos, la mayor parte se aloja en las ciudades. A su vez, podemos dividir a los estudiantes entre los que asisten a escuelas públicas y los que asisten a escuelas privadas. En este punto cabe mencionar que los que asisten a las escuelas privadas de élite son los menos. Es así que, para los sectores de menores ingresos ser estudiante universitario resulta un privilegio. La lucha estudiantil ha contribuido a ello. El caso más reciente es la huelga de 1999 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la que los estudiantes se opusieron al cobro de cuotas obligatorias. Esta medida habría aumentado las ya de por sí distantes brechas de desigualdad.

Una vez cursada la educación superior los jóvenes se incorporan a un mercado laboral en el que difícilmente tendrán espacios de reflexión y esparcimiento como pueden tenerlos en las universidades. Precisamente por ello es que en México, como en otros países de América Latina, el sector estudiantil se ha caracterizado por forjar una fuerte tradición de organización y lucha política que viene desde antes del Movimiento del 68 y se ha desarrollado en el seno de las universidades públicas y algunas privadas de tradición humanística.

No es extraño que los estudiantes se congreguen para hacer cara a los problemas de su realidad y su contexto, sobre todo aquellos que generan indignación colectiva por la suma de sus circunstancias. En la jerga política llamamos a esto coyuntura. Las coyunturas son efervescencias de organización. Ejemplos de ello son la propia Huelga del 99, el #Yosoy132 en 2012, el apoyo al magisterio ante la Reforma Educativa en 2013 y la exigencia a la aparición de los 43 de Ayotzinapa en 201.,

Desde la afamada Huelga del 99 no se había visto movimiento de la magnitud del #Yosoy132, y a partir de allí la participación estudiantil ha ido en aumento. Cualquiera que haya vivido una coyuntura se ha percatado del ajetreo, los paros de labores y las asambleas, que han sido formatos de toma de decisiones y nos han enseñado grandes lecciones. Las asambleas han sido un gran contenedor de aprendizajes para las nuevas generaciones que van desde lo más técnico como hacer minutas o listas de participación, hasta lo más sustancial como hacer un balance político. Las asambleas forman, nos enseñaron a tomar la palabra, a ser sintéticos, a organizar comisiones, a asumir responsabilidades, a platicar con gente en la calle, a volantear, a escribir comunicados, a encontrar la aplicación a conceptos como “el mayoriteo”, “el paro activo”, “el orden del día”, “el consenso”. Una gran cantidad de saberes que en retrospectiva son varios y muy valiosos. La asamblea dejó a muchos jóvenes, cuyas disciplinas eran ajenas a la reflexión política, ver a ésta de otro modo. También nos hicieron conscientes de nuestras propias limitaciones, personales y políticas.

Y sin embargo, hacer una asamblea no es estar organizado. Las asambleas son formatos para toma de decisiones en un contexto que exige atención a problemas inmediatos, como es el caso de las coyunturas, y, si bien han permito que jóvenes sin ningún tipo de experiencia organizativa se ocupen de la vida pública son tan efímeras como la coyuntura misma. 

Aquí cabría preguntarse ¿por qué las asambleas no se han consolidado en una organización a largo plazo? En otros países las coyunturas han desembocado en organización más firme y permanente. En el caso de Chile los estudiantes se congregaron en la FECH (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile), En Puerto Rico en el FEEPAC (Frente Estudiantil por una Educación Pública de Puerto Rico), en la FEUE en Ecuador (Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador), en la FEUU en Uruguay (Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay), en la FUA en Argentina (Federación Universitaria Argentina) y en la FES en Colombia (Federación de Estudiantes de Secundaria de Colombia).

Por supuesto que en México existe la FECSM (Comité Central de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas), pero no es una iniciativa a la que se haya querido sumar el grueso de la lucha estudiantil, sobre todo por la especificidad de la organización de las Escuelas Normales Rurales.

Creo que el pensar en una organización permanente viene de una lectura más trabajada sobre el alcance del movimiento estudiantil en la vida política y probablemente, ni con todas las coyunturas que ha habido en los últimos años hemos llegado a formular esto como una preocupación colectiva o como un proyecto viable.

Si las asambleas impactaron del modo en que lo hicieron fue por la premisa, a veces quizá ilusoria, de la participación democrática en condiciones de igualdad. Y digo ilusoria, porque la dispariedad entre los que tenían mayor experiencia se hacía notar. También es cierto que esta preocupación ha sido expuesta por varios bastiones cada coyuntura pero los formatos de exposición panfletarios no han contribuido mucho a ganar la simpatía de la comunidad. Muchas veces en el ajetreo de la prisa se pierde de vista al otro, sus necesidades, sus aspiraciones y su propia visión de mundo. No en el sentido de decirles cómo hacer política, sino de hacer política juntos.

Como mencioné al principio de este texto, la posición del estudiante de educación superior es una condición transitoria y privilegiada. Es para muchos la única oportunidad de tener un acercamiento a la organización con otros. Es un proyecto que se tiene que construir desde abajo, al paso del más lento y con la misma constancia pedagógica que tuvieron las asambleas hasta llegar a su límite de posibilidad. Para quienes emprendan este proyecto será preciso tener en cuenta que cualquier proyecto que no se visualice a futuro está destinado a extinguirse, tarde o temprano, y habría que pensar qué significa eso en un país como el nuestro.


[1] Lo que significa un poco más que secundaria concluida. INEGI (2010) Escolaridad. Recuperado de http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/escolaridad.aspx?tema=P


[2] El término quintil es muy utilizado en economía para caracterizar la distribución del ingreso de una población humana y se mide del I al V.


[3] INEE (2018) Informe La educación obligatoria en México. Población con al menos educación media superior y superior. Recuperado de https://www.inee.edu.mx/portalweb/informe2018/04_informe/capitulo_010403.html



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