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La puerta de marfil

Henry Fuseli. The Nightmare. 1781. Detroit Institute of Arts.

https://www.dia.org/sites/default/files/tms-collections-objects/55.5.A-d1-2019-04-15_o2.jpg


En el máximo poema de Virgilio, Eneas sale de Troya —vencida por los Aqueos— con destino a Lacio: será el padre de Roma. La epopeya es la narración de sus fatigas. En el Libro VI de la Eneida, el héroe desciende al Averno; allí recorre el Tártaro y los Campos de Elisio. Su catábasis le permitirá ver a la noble estirpe latina, a los grandes emperadores. Gracias a la seguridad que la grandeza futura de sus obras le infunde en el ánima tiene el carácter de librar la guerra contra Turno y, entonces, cumplir su hado. De vuelta a la tierra, a la salida de los Campos Elíseos, en los umbrales entre los dos mundos, hay dos puertas del Sueño: una, de cuerno, por donde cruzan las sombras verdaderas; otra, de marfil, por donde pasan las sombras ilusorias. Eneas cruza por la de marfil. Infinitos comentaristas tienen explicaciones de este pasaje. Yo conozco dos.


Javier de Echave-Sustaeta elaboró las notas a la edición de la Eneida que tengo a la mano, la de Gredos. Para él, Eneas atraviesa por el arco de las ilusiones porque todo cuanto vivió con la Sibila en el Inframundo será recordado como un sueño. (Tal vez Lewis Carroll lo haya imitado al urdir su díptico de Alicia.) Decir sueño es decir ilusión, ficción e irrealidad. Pero, en este caso, la irrealidad le infunde valor y temple a Eneas, con los cuales enfrentará los retos para los que nació. Los surrealistas, Freud y Jung gozarían de la imagen: los sueños son realidades profundas, vinculadas con el pasado y el futuro de los humanos. Sus ecos resuenan en la vigilia. Las aguas del sueño son las de la vida. Cuando despertamos, nos convencemos de que hemos soñado porque cruzamos la puerta de marfil, no porque no hayamos descendido a círculos profundos.


Jorge Luis Borges ofrece su opinión, significativamente, en "La pesadilla": sugiere que Virgilio compartía con Platón la doctrina de los arquetipos, del topus uranus, de las ideas trascendentes. Así, afirma Borges, Eneas cruza por la puerta de marfil porque el mundo "real", el de la vigilia, el de Roma y Augusto, es una sombra, un remedo, una ilusión de la realidad eterna, la de los Campos Elíseos.


Tenemos, enfrentadas y similares, dos perspectivas (como dos puertas entre dos mundos; como dos mundos: el Averno de cara a la tierra). La primera sostiene que los sueños son reales, pero que, al despertar, nos convencemos de que son únicamente sueños. La otra niega la realidad, descree de la vigilia: la realidad real son los sueños y la eternidad.

 

Han sido días nublados. Me acosa, sobre todo por las tardes, el miedo a la muerte, a la barbarie. La pandemia causa estragos terribles. Ayer, después de comer, dormí una larga siesta de varias horas. Fue un sueño pesado, como de aire encerrado, agua profunda y piedra antigua. Desperté con dolor de cabeza. Me sentía infinitamente triste. Estaba oscuro y solo. No recuerdo qué soñé. Tuve que preparar un café. Ni siquiera ahora puedo decidirme: ¿la realidad de los sueños será real o la realidad real es únicamente un sueño? No lo sé. En todo caso, la puerta de marfil es cierta. También lo serán los horrores futuros. Habrá que tener el ánima del piadoso Eneas.

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