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¿Cuándo deja de doler la conquista?

Por Cecilia Mendoza Ventura




El pasado 25 de marzo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a propósito de la conmemoración de la llegada de Hernán Cortés a México que cumple 500 años este 2019, exigió al rey de España y al Papa una disculpa de su parte hacia nuestro país por los atropellos cometidos durante el proceso de colonización.

La petición del presidente no sólo generó la burla de la opinión pública en redes sociales, sino que además, recibió el rechazo “con toda firmeza” por parte del gobierno español, quien a través de Pedro Sánchez declaró que la llegada de los españoles hace quinientos años “no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”.

A raíz de estas noticias se desató un complejo debate entre la opinión pública y los grupos de intelectuales, que evidenció que si bien el tema de la conquista podía parecer un problema fácil de resolver por su antigüedad, la historia del colonialismo europeo seguía siendo por demás sensible. El debate, pues, fue mucho más allá de Obrador, y en este artículo me gustaría compartir algunas reflexiones sobre ello.

Para empezar, ¿qué tan anacrónica fue la declaración de Obrador? Considero que para determinar si el juicio del mandatario es válido o no, es necesario hacer una pequeña precisión: la demanda de AMLO y el enojo de miles de personas que cada 12 de octubre vandalizan los monumentos erigidos a los conquistadores y exploradores españoles podrían ser valorados como anacrónicos si fueran historiadores cuya tarea, más que establecer juicios de valor, fuera la explicación y la comprensión del ser humano en el tiempo a través de un método riguroso de análisis. Sin embargo, la realidad es que como actores del presente no sólo no están obligados a ello, sino que además no se les puede impedir significar su pasado, apropiarse de memorias colectivas y, por qué no, usar la historia como bandera política. En resumen, hay dos tipos de historia: la disciplinaria y la colectiva; la que tiene reglas y la que no; la que se escribe y la que se experimenta.

Todos los grupos sociales crean discursos político-identitarios, y aunque estos discursos no estén basados en verdades comprobables y exageren u omitan algunos matices históricos para reivindicarse a sí mismos, la gran mayoría de las veces estos discursos existen gracias a problemáticas sociales reales que son consecuencia de un evento que sucedió en el pasado. Dicho lo anterior, quisiera proponer que en vez de enfocarnos en lo “anacrónico” del discurso anticolonialista de la conquista de América, señalemos aquello que sigue vigente.

El imperialismo europeo, si bien es cierto que comenzó hace poco más de 500 años en sus dimensiones transoceánicas, sigue beneficiándose hasta la fecha de las estructuras de explotación, de racismo y de eurocentrismo que construyeron hace varios siglos. Los pueblos conquistados asumieron estos sistemas ideológicos como parte del sincretismo cultural que experimentaron, a pesar de que estos se construyeron a costa de ellos. Claro: dichas estructuras no tienen la misma forma que tenían en el siglo XVI. Hoy en día no hay un sistema de castas en América, sin embargo, ser moreno o ser indígena aumenta notoriamente las posibilidades de ser discriminado, y por ende, disminuye las posibilidades de tener un trabajo digno, una educación digna y en general, una vida sin limitaciones más allá del aspecto físico, mientras que ser blanco (y especialmente un blanco de origen estadounidense o europeo) pareciera abrir cualquier puerta;(1) del mismo modo, en nuestros días no existe un sistema de encomienda y de esclavitud formalizado, pero las estructuras de explotación y saqueo del capitalismo no han perdido un tinte imperialista brutalmente inhumano que sigue dando preferencia a los países más ricos —dígase Estados Unidos, Canadá, Francia, España— sobre los países menos poderosos (como México). El imperialismo europeo sigue vigente, y si bien ha adquirido mecanismos distintos para perpetuarse, América, África y Asia tienen mucho que contar al respecto.

Regresando al imperialismo de la época de Cortés, no sólo podemos hablar de las estructuras políticas e ideológicas que son herederas suyas en el presente, sino también de los objetos materiales de la época que permanecen y que aún otorgan beneficios a sus poseedores. Pondré un ejemplo simple: los enormes museos europeos, tan famosos por sus valiosos acervos, poseen una cantidad significativa de piezas artísticas adquiridas durante los saqueos de las conquistas. Estas colecciones nada despreciables, contienen buena parte del patrimonio cultural de México. Importantes piezas prehispánicas, documentos y códices hoy en día siguen abonando beneficios patrimoniales y monetarios a Europa. Otro ejemplo menos lejano se encuentra en territorio mexicano: diversas tierras indígenas que se encuentran en disputa a raíz de conflictos que se generaron en la Colonia, siguen sin llegar a ninguna resolución concreta.

Sí: es cierto que el imperialismo europeo, tal como existía hace 500 años, ya desapareció. Pero así como los cambios desde entonces son numerosos, las continuidades no son pocas y siguen siendo profundamente dolorosas. Probablemente, la historia colectiva anticolonialista no está pecando del todo de anacrónica. Quizá una vistazo al pasado, ya no sólo desde la historia colectiva, sino desde la historia disciplinaria, podría abrir el debate de por qué los múltiples conflictos del presente también tienen origen en un pasado remoto…¿Cuándo podemos considerar que un proceso histórico está completamente cerrado?

No obstante, generar este debate no es fácil, pues parte del legado del imperialismo fue la creación de sistema ideológico profundamente eurocentrista, que no sólo genera la invisibilización de todas las versiones históricas ajenas a la europea, sino que además, a la larga genera una especie de síndrome de Estocolmo que termina por romantizar el proceso de conquista: algunas interpretaciones históricas que buscan rescatar los puntos positivos de la conquista para “comprenderla”, se han vuelto una negación de la existencia del imperialismo. Estas interpretaciones, muchas veces reproducidas por medios de difusión influyentes, sustituyen el término conquista por el de intercambio o encuentro entre dos mundos y desdibujan la época Colonial para convertirla en un inocente Virreinato.

Aunque esto pareciera insignificante, tengo la convicción de que dichas interpretaciones han cobrado fuerza y han influido significativamente en el círculo de los historiadores. El problema es que, a pesar de que es cierto que el imperialismo trae consigo intercambios biológicos, culturales, lingüísiticos, económicos y políticos que terminan por crear híbridos culturales, sincretismos y mestizaje (de los que México puede presumir ser heredero) el riesgo de no matizar es que podemos terminar engrandeciendo el colonialismo y cayendo en relativismos falsos que sostienen que no podemos determinar si algo es correcto o incorrecto porque sucedió hace cientos de años, que el intercambio en el imperialismo se da en condiciones equitativas y no coercitivas y a su vez, se corre el riesgo de dejar de lado las otras muchas consecuencias que el colonialismo trae consigo, como los genocidios, las masacres, las violaciones, las torturas y la esclavitud.

A 500 años de la llegada de Cortés a México hay muchas cosas que quedan pendientes. El colonialismo se hace patente no sólo en lo histórico y en lo material, sino también en lo diplomático, pues la hostil respuesta del gobierno y del rey español no correspondía con el tono de la petición de AMLO. La herida de la conquista sigue abierta en México y hará falta más que una disculpa simbólica para reconciliar a éste con su pasado.

Decenas de gobiernos han buscado enmendar los abusos y guerras del pasado con otras naciones. Todavía en diciembre del 2018, Costa de Marfil y Benín consiguieron que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, devolviera parte del patrimonio artístico de estos países, saqueado en el siglo XIX. (2) Lo anterior es prueba de que en pleno 2019, la historia, siendo utilizada como arma política, tiene la capacidad de resolver cuentas pendientes. Como dice el historiador holandés Johan Huizinga, “historia es la forma espiritual en que una cultura se rinde cuentas de su pasado”. (3)


Referencias:

1.-https://www.eleconomista.com.mx/capitalhumano/Discriminacion-racial-disminuye-las-oportunidades-profesionales-en-Mexico-20180808-0025.html

2.-Se calcula que el 90% del patrimonio artístico de los países subsaharianos se encontraban hasta ese momento en colecciones occidentales. https://elpais.com/cultura/2018/12/14/actualidad/1544801008_489541.html y https://www.nytimes.com/es/2018/11/24/museos-francia-devolucion-africa/

3.-Huizinga, Johan, “En torno a la definición del concepto de historia”, en El concepto de la historia, traducción de Wenceslao Roces, México, Fondo de Cultura Económica, 1946, pp. 85-97.

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