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La pandemia de la desinformación: ¿Javier Alatorre?


Foto tomada de: https://www.diariocambio.com.mx/2020/nacional/item/4694-lavado-frecuente-de-manos-con-agua-y-jamon-javier-alatorre




El 17 de abril de 2020, el conductor de Azteca Noticias Javier Alatorre exhortó a que la población “ya no haga caso a Hugo López-Gatell” pues “sus cifras y sus conferencias ya se volvieron irrelevantes” so pretexto de que los datos que maneja el subsecretario de salud son falsos. Este llamado respondió a la denuncia que el gobernador de Baja California Jaime Bonilla realizó, afirmando que la Secretaría de Salud contabilizaba 31 defunciones, cuando según los registros estatales la cifra ascendía a 72 finados.[1] Cabe señalar que en la conferencia de prensa nocturna del mismo 17 de abril, poco antes de la transmisión de Alatorre, el director general de epidemiología José Luis Alomía Zegarra contestó una pregunta concreta sobre las declaraciones del gobernador Bonilla: explicó con lujo de detalles cómo funciona el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica y aclaró que la diferencia de datos obedecía a que unos son los “fallecidos confirmados” y otros los “fallecidos sospechosos” o, dicho de otro modo, las pruebas de laboratorio para corroborar tanto los decesos como los contagios de COVID-19 demoran en realizarse de 48 a 72 horas y posteriormente tardan en reportarse al Gobierno Federal[2].


Estos son los hechos. En apariencia, hubo falta de comunicación o, cuando mucho, un debate en torno al manejo de datos y de las medidas tomadas. Sin embargo, poco importa si lo que declaró el equipo de la Secretaría de Salud es verdadero o falso, pertinente o no, claro o confuso, ya que el programa de numerosos medios de comunicación (en este caso TV Azteca) no consiste en informar, sino en conseguir rating a cualquier precio y en cumplir su agenda política, incluso si ello implica difundir noticias falsas o distorsionadas, notas mal redactadas y con poca o nula investigación, o contenidos gratuita y excesivamente violentos. La prensa es un producto que se vende; en este caso, el precio es la salud de millones de mexicanos.


No obstante, sería equivocado adjudicarle exclusivamente a Alatorre y a TV Azteca la responsabilidad de exponer a la población con información tendenciosa y equivocada, cuando muchos medios de comunicación han enviado directa o indirectamente este mensaje desde que comenzó la pandemia. Si bien podríamos esperar que ante un problema global con la gravedad del COVID-19 la prensa respondiera al servicio de la sociedad, en las últimas semanas han escaseado los cuestionamientos inteligentes y las investigaciones serias, se han difundido masivamente notas falsas (cuando la información sustantiva no llega a todos) y abundan las publicaciones con un tono poco profesional, ya sea demasiado alarmista o negligente.


Como prueba de lo anterior, basta con asomarse a las rondas de preguntas que noche a noche tienen lugar en Palacio Nacional, donde pocos periodistas han realizado los necesarios cuestionamientos técnicos, pertinentes y claros ante los informes de los funcionarios, y, por el contrario, han hecho énfasis en indagar sobre asuntos tan triviales como por qué el subsecretario López-Gatell llevó a su hijo a las conferencias, qué pasaría en escenarios apocalípticos e improbables, qué hacer ante la cotidiana lluvia en el contexto de la pandemia, por qué el subsecretario López-Gatell come tortas donde come y, en algunos casos extremos, se ha llegado a preguntar por qué el subsecretario (encargado de lidiar con la epidemia) está saliendo a trabajar durante la cuarentena.


El problema no es que se cuestione a las autoridades. Al contrario: esto es positivo. En un país dividido por corrientes políticas que parecen irreconciliables, es natural que haya debates y confrontaciones sobre la manera de solucionar problemas colectivos, máxime cuando es un asunto que compromete todas las esferas de la vida pública. Pero nada de lo anterior justifica que se dejen de lado los principios básicos del periodismo, es decir, que se renuncie a la crítica aguda o que se ataque sin argumentos.


Este fenómeno no comenzó con la crisis del COVID-19, sino que responde a un decaimiento progresivo de la tradición periodística mexicana, que, gracias a la falta de presupuesto, a los cambios en las dinámicas de información (determinados por la llegada de las redes sociales) y a los intereses de los empresarios y de los grupos políticos, han tenido que modificar sus prioridades, cada vez más en función al mercado y menos a los proyectos comprometidos con la verdad. Este es uno de los muchos factores que, en nuestra opinión, ha contribuido a empobrecer el diálogo y el debate social.


Aunque podemos destacar muchos eventos en los que el papel de la prensa mexicana ha sido contraproducente y peligroso, vale la pena recordar algunos sucesos recientes: el 9 de febrero de este año, la noticia del asesinato de una joven, Ingrid Escamilla, conmocionó al país. Lo escalofriante del caso no fue únicamente la historia y la tragedia, sino la divulgación explícita de las imágenes de la escena del crimen, que mostraban el cuerpo de la víctima descuartizado, así como las declaraciones inmediatas del asesino. Dichas acciones, además de atentar contra la dignidad de la víctima y de sus familiares, comprometieron directamente el proceso de justicia y la investigación judicial.


No menos grave fue el caso de la violación de una menor de edad perpetrada por cuatro policías el 6 de agosto de 2019, en el que la prensa se apresuró a filtrar los videos de una cámara de seguridad que no habían sido sujetos a peritaje, concluyendo, sin que la investigación hubiera siquiera terminado, que la menor había mentido. La divulgación de los datos personales de la adolescente, así como la difusión acrítica de imágenes, contribuyeron a que las autoridades citadinas se desentendieran de un caso en el que las pruebas fueron extraviadas; también provocaron en última instancia que la denunciante retirara los cargo por temor al acoso y a las amenazas.


Los eventos anteriores, como el actual escándalo de Javier Alatorre, dejan de manifiesto que el poder de la información tiene la capacidad (para bien o para mal) de modificar el curso de los eventos políticos, históricos, culturales, económicos y sociales. Por esto mismo, conviene ir más allá: a pesar de que los espectadores críticos conocemos esta dinámica, frecuentemente nos volvemos parte de ella en vez de ponerle un alto.


Reproducimos contenidos que son poco relevantes hasta volverlos tendencias. Nos introducimos a los debates con el mismo tono visceral y poco matizado que utiliza la prensa. Al expresarnos, en lugar de analizar profundamente, simplificamos en detrimento de la realidad (pensamos en 280 caracteres y hablamos por medio de memes). Cuando queremos “informarnos”, buscamos contenido excesivamente elemental (por algo dicen que nuestra atención hoy en día no dura más de dos minutos y que el encabezado es lo único que importa). Es tan difícil encontrar información fidedigna como dar una opinión genuinamente informada.


En este momento, toda la atención pública está centrada en condenar a Alatorre y a TV Azteca. Se habla de un despido, de quitarle la concesión al canal y de hacer un boicot contra Salinas Pliego. Una vez más, las redes sociales reaccionan con efervescencia, sin reparar en que tal era la respuesta que probablemente buscaba generar TV Azteca para posicionarse oportunamente en la agenda nacional. No está mal pedir cuentas por este suceso, en el que se hizo un llamado explícito a ignorar medidas sanitarias indispensables, mas lo sustancial sigue estando pendiente: la crisis del COVID-19 sigue poniéndonos a prueba y requerimos, acaso más que nunca, una prensa seria y un debate público a la altura del presente.

[1] https://twitter.com/AztecaNoticias/status/1251360133076172803 [consultado el 18 de abr. de 20.] [2] https://www.pscp.tv/w/1DXGyeaPXlEGM [consultado el 18 de abr. de 20.] (Ver los minutos 24-40.)

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