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Venezuela y las izquierdas que no se da cuenta

Por Enrique Munguía Ávila



Foto tomada de eleconomista.es


Venezuela una vez más es el tema que divide a América Latina, que marca las posiciones en el campo ideológico y que en muchos países de la región se vuelve tema de política interna. Tomar postura respecto a la situación política del país caribeño representa enmarcarse en un punto del espectro ideológico y se puede traducir en capital o costos políticos para cualquier partido o líder de la región. La situación venezolana permite recordar el análisis que Soledad Loaeza1 hizo sobre el proceso de liberalización ocurrido en México en las últimas décadas del siglo XX: la profesora sostiene que en ese momento la izquierda mexicana fue conservadora, pues deseaba mantener el estado de las cosas, mantener el estado benefactor, burocrático-autoritario, que había existido en México por más de medio siglo. En contraste, la derecha, representada por el PAN, y siempre descrita como conservadora, pugnaba por el cambio, por reducir la presencia casi omnipresente del estado mexicano, avanzar hacia el libre mercado y la democracia liberal.

Hoy Venezuela presenta, dentro y fuera de sus fronteras, una situación similar para las fuerzas políticas. Las fuerzas de izquierda, particularmente aquellas que aún se acuñan el término revolucionario, no quieren transformaciones en la República Bolivariana; llaman a la autodeterminación del pueblo venezolano tratando de ignorar que más de tres millones de personas de ese pueblo han tenido que migrar o refugiarse. Incluso, defienden las elecciones del año pasado en donde no participó la oposición y votó menos del 50% de la lista de electores. Se debe recordar que desde la llegada de Chávez al poder las elecciones solían tener más del 70% de participación. Como ha explicado Hernán Gómez en su columna;2 estas izquierdas tratan de defender lo indefendible.

Lo que está en el fondo de estas posturas es el dilema que aún tienen las izquierdas revolucionarias ante la democracia liberal. A partir del fin de la Guerra Fría, y en muchos casos desde antes, muchos partidos, por convicción o resignación, decidieron incursionar en las instituciones liberales. En el caso de América Latina, esto ocurrió a partir de las transiciones a la democracia en las décadas de 1980 y 1990. Sin embargo, en muchos casos el cambio en el método --pasar de guerrillas y armas a elecciones y votos-- no significó un cambio en los sistemas de creencias, es decir se aceptó llegar al poder por medio de las instituciones ya existentes, pero eso no quería decir que una vez en el gobierno se iba a desear mantener las mismas.

Parece bastante difícil compaginar la idea de un proceso revolucionario, es decir una propuesta que va más allá del cambio de régimen e incluso trata de cuestionar el modo de producción, con unas elecciones periódicas donde se le garantice a los que no son revolucionarios que pueden ganar y echar hacia atrás, de manera bastante fácil, la Revolución. Se podrá responder que Chávez lo hizo y es verdad, muy pocos dudan que a todas las elecciones que se presentó las ganó sin ninguna trampa, más allá de las redes clientelares que el gobierno creó, pero bueno, eso probablemente pasa en toda elección latinoamericana. No obstante, Chávez gobernó en tiempos de abundancia, con el Boom de materias primas y con un liderazgo populista al que era bastante difícil resistirse.

No podemos saber qué hubiera pasado si el comandante Hugo Chávez Frías hubiera gobernado durante las crisis económicas de los últimos 5 años, pero queda claro que desde que estaba en el poder se tenían problemas con la democracia liberal. Dos ejemplos son: la constante descalificación que hacía de la oposición, al no darle ningún crédito y acusarla siempre de golpista y pro imperialista y la falta de instancias democráticas para elegir a su sucesor dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), además de decidir mantenerse en el poder hasta su muerte.

Se responderá que la izquierda tiene suficientes motivos para cuestionar a la democracia liberal, y de seguro sí, ni siquiera hace falta mencionarlos. Pero el problema es que no ha logrado proponer una mejor administración y alternancia del poder. Basta de que a estas alturas, la izquierda siga defendiendo gobiernos autoritarios y totalitarios con el argumento de que al menos son regímenes menos desiguales (cuando es que lo son), o sosteniendo que se mantienen esos tipos de régimen por la presión imperialista. No dudo que algunos regímenes no democráticos hayan logrado menor desigualdad material, tampoco que países como Estados Unidos continúan haciendo guerras mediáticas y económicas contra gobiernos que se les oponen. Sin embargo, nunca serán motivos suficientes para clausurar la democracia y las libertades políticas.

Hoy las izquierdas latinoamericanas de nuevo están en la encrucijada. Don Fernando, un muy buen amigo chileno, siempre me ha repetido que a quien más le conviene la situación actual de Venezuela es a las derechas del continente, que cada día que continua Maduro en el poder es un pequeño golpe contra todas las fuerzas progresistas de la región, y creo que en gran medida tiene razón. No importa, si es Chile, Colombia, Brasil o México, ahí donde se presenta una alternativa de izquierda se le acusa de ser aliada de Maduro, de querer convertir al país en cuestión en Venezuela. Esta manipulación mediática lleva muchos años, en el caso de México más de una década. Sin embargo, hace 10 años tal vez se podía defender a la Revolución Bolivariana, a fin de cuentas el país caribeño tenía crecimiento económico y había mejorado su Índice de Desarrollo Humano. Hoy ya no.

Las izquierdas no se pueden quedar calladas, su silencio las asfixia y debilita. Hoy deben alzar la voz en contra de aquellos que quieran clausurar la democracia liberal, se llamen Maduro, Ortega o como sea. No todo lo que se diga de izquierda debe estar en su misma trinchera, ni tampoco todo aquello que venga del liberalismo económico o político puede ser su enemigo, terminemos ya, por favor, con fetiches y dogmas. ¿También deben alzarse contra las estrategias de Estados Unidos para intervenir en la región? Por supuesto que sí, pero sin solapar el autoritarismo, reconociendo que hay una crisis en Venezuela y llamando al diálogo. Ahí está el Mecanismo de Montevideo propuesto por México y Uruguay, estudiémoslo y presionemos, desde una tercera trinchera, por la solución pacífica del conflicto. Desconocer a Maduro o a Guaidó a estas alturas solo aletarga la crisis, debemos reconocer a ambos y exigirles un diálogo que termine con la situación actual lo antes posible, por el bien del pueblo venezolano, y también por el bien de las izquierdas del continente, hoy muy necesarias.


[1] Loaeza, S., (2010), “El fin del consenso autoritario y la formación de una derecha secularizada” en Acción Nacional. El apetito y las responsabilidades del triunfo, México, El Colegio de México.

[2] Gómez, H., (8 de febrero del 2019), La irresponsabilidad ante Venezuela. El Universal.

Recuperado de https://www.eluniversal.com.mx/columna/hernan-gomez-bruera/nacion/la-irresponsabilidad-frente-venezuela




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